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Panayotis Christou

La vida monástica en la Iglesia ortodoxa oriental

Reimpresión de "The Orthodox Ethos", Studies in Orthodoxy vol. 1, Ed. by A.J.Philippou


El origen de la vida monástica

Durante el siglo IV de nuestra era surgió dentro de la Iglesia un fuerte movimiento de retiro de la sociedad organizada al desierto un movimiento que tuvo un crecimiento aún mayor en el periodo subsiguiente" Para interpretar el repentino surgir de este movimiento los historiadores han propuesto diversas hipótesis siendo dos de ellas las más aceptadas" Según la primera la vida monástica tendría su origen en las religiones orientales en las que se practicaba el ascetismo desde tiempos antiguos tanto en soledad absoluta como en monasterios" A tenor de la segunda la vida monástica proporcionaba una salida cuando el contacto cercano del cristianismo con el mundo provocaba una reacción con el inevitable decaimiento de las normas morales"

La primera de las hipótesis carece de fundamento, puesto que ha sido imposible descubrir históricamente una conexión entre el ascetismo oriental y la vida monacal cristiana. Además, si el cristianismo hubiera recibido tal influencia, ésta hubiera provenido de los grupos ascéticos de la secta de los esenios, en cuyo ambiente nació el cristianismo; sin embargo, la vida monástica apareció bastante después de la desaparición de las comunidades esenias. Lo cual no significa, por supuesto, que en sus etapas posteriores la vida monástica no tuviera ciertas características comunes con las comunidades esenias y neopitagóricas. La segunda hipótesis es igualmente inaceptable, puesto que existían numerosos ermitaños vivendo a campo raso incluso con anterioridad al reconocimiento del cristianismo por Constantino el Grande. La vida monástica es un modo de vida que surgió dentro de la Iglesia y se desarrolló orgánicamente llevando hasta sus límites los principios de la moral cristiana. En efecto, aunque el cristianismo no nació como una filosofía pesimista ni como una fuerza con pretensiones de disolver la sociedad, se regía sin embargo por principios distintos de los de la sociedad de aquel tiempo. Puso su atención por completo en el centro de la vida y se despreocupó de la periferia. Una cosa tenía un valor supremo para el hombre: el alma, al lado de la cual el mundo entero es insignificante. "Y qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?" (Mateo 16,26). Las cosas de este mundo dificultan los movimientos del alma, y los bienes de este mundo se acumulan en torno a ella, sofocándola e impidiendo que se desarrolle en una personalidad armoniosa. Por consiguiente al hombre le espera una ardua lucha si pretende liberarse de su yo más bajo, el cual pertenece a lo mundano, y desarrollar su yo superior e ideal, que le posibilitará presentarse enérgicamente ante Dios. En este esfuerzo, tal y como declaró Jesucristo, el hombre deberá someterse a si mismo y a sus actos a un examen riguroso. Tiene que alejarse de muchos bienes mundanos para obtener el tesoro celestial, y someterse a la prueba del sufrimiento para purificar su voluntad.

Basándose en estos principios los primeros cristianos vivían de acuerdo a un plano moral excepcionalmente elevado; pero algunos de ellos quisieron ascender a una austeridad mayor, privándose de más bienes y sometiéndose a una mayor automoderación, a ayuno y a oración. Para un cristiano el matrimonio es algo honorable, un gran sacramento, pero no deja de ser una institución de este mundo, mientras que en el más allá los hombres vivirán como ángeles. Por esta razón, quienes podían lo evitaban; algunos buscaron salvar esto sustituyéndolo con una especie de matrimonio espiritual, en el que hombre y mujer convivían en pureza (1ª a Corintios VII, 36 y ss.) Muchas viudas evitaban el matrimonio, y las vírgenes se negaban por completo a casarse. Estas mujeres se organizaban en sociedades especiales, en primer lugar por su propia protección, y en segundo lugar para encauzar su actividad en trabajo social. Es aquí donde encontramos la primera forma de vida monástica que se desarrolló dentro del marco de la comunidad cristiana organizada.


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